La tecnología CRISPR-Cas9 —que puede utilizarse para insertar, eliminar o cambiar ADN de organismos vivos— puede que sea uno de los descubrimientos científicos sobre los que más se debata este año. Pero al tiempo que los investigadores comienzan a comprobar las maravillas de la edición génica, se levantan voces que advierten de sus implicaciones éticas.
¿Qué tienen en común un cerdo resistente a enfermedades y la erradicación del paludismo? Estos temas en apariencia sin relación, y receptores de una amplia cobertura mediática esta semana, son la punta de lanza del enorme potencial que posee la edición génica.
Por un lado, una empresa dedicada a la genética animal del Reino Unido crió cerdos inmunes al PRRSV, un síndrome porcino incurable hasta ahora que supone un coste de millones de euros al año a los ganaderos. Por otro, un equipo de investigadores también del Reino Unido logró un cambio genético en mosquitos vectores del paludismo para reducir su población enormemente y evitar el contagio de la enfermedad.
Ambos descubrimientos se lograron mediante CRISPR-Cas9, una tecnología nueva que permite cortar y pegar genes a voluntad y además garantizar que los rasgos de nueva creación se hereden y se difundan rápidamente entre las poblaciones. La nueva técnica es mil veces más barata en comparación con otras técnicas de modificación génica.
No obstante, al tiempo que la comunidad científica aplaude la efectividad de CRISP-Cas9 y las empresas se preparan para aprovechar este mercado emergente, también aumenta la preocupación en torno al uso de la misma para erradicar enfermedades humanas o incluso mejorar rasgos genéticos como la inteligencia, la belleza o la fuerza. Muchos advierten de que es demasiado pronto y potencialmente peligroso modificar el genoma humano de tal manera que pueda transmitirse dicho cambio a la generación siguiente, y recuerdan que la complejidad de los sistemas biológicos probablemente provoque consecuencias imposibles de prever.
Esta semana, una comisión de expertos se reunió en Washington para decidir si esta tecnología debería prohibirse. «Podríamos encontrarnos a las puertas de una nueva época de la historia humana», indicó el nobel David Baltimore del Instituto Tecnológico de California (Caltech) en la presentación de la cumbre internacional. «La cuestión fundamental es si se querrá en algún momento utilizar la edición génica para cambiar los rasgos hereditarios humanos».
Tras tres jornadas de debate, los ponentes publicaron un documento de consenso no concluyente en el que se formulan tres recomendaciones. Primero, que la investigación básica y preclínica es necesaria y debería continuar. Segundo, que la edición génica en células somáticas, cuyo genoma no se transmite a la generación siguiente, debe evaluarse y regularse con rigor. Y, por último, que sería irresponsable en este punto continuar con la edición de células germinales. En los últimos experimentos realizados en China al respecto, en los que se modificaron ochenta y seis embriones para alterar el gen que provoca la talasemia, sólo sobrevivieron unos pocos y no todos ellos presentaron ediciones adecuadas, lo cual puede servir de ejemplo ilustrativo de la situación.
Si bien las conversaciones han resultado fructíferas, estas apenas se han adentrado en el reto ético que supone la edición génica. Los organizadores del evento —las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, la Real Sociedad Científica del Reino Unido y la Academia de las Ciencias de China— reconocieron que es solo el primer paso y que más países y partes interesadas deberían sumarse en el futuro.
Aun así, queda por contestar una cuestión: ¿son capaces las medidas legislativas de seguir el ritmo de la ciencia? Existe sin duda un margen de incertidumbre, sobre todo si se tienen en cuenta las observaciones de Dana Carroll, de la Universidad de Utah, quien comentó que «las aplicaciones con células germinales se harán realidad, probablemente antes de que nadie en esta sala esté preparado», o también el entusiasmo de las familias afectadas durante generaciones por una enfermedad genética.
Fuente: Cordis Europa
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