En 2013, un grupo de médicos de EE.UU. publicó un artículo en la revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés) en el cual ponían en evidencia dos de los problemas generados por la paranoia con que médicos y pacientes luchaban contra el cáncer: el sobrediagnóstico y el sobretratamiento.
La investigación, liderada por Laura J. Esserman, de la Universidad de California, había recopilado datos de los últimos treinta años, cuando empezaron a realizarse las pruebas de tamizaje para poder detectar diversos tipos de cáncer, como colon, mama o próstata. Entre sus conclusiones le solicitaban al Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos replantear la lucha contra la enfermedad y sentarse a redefinir la palabra cáncer.
¿El motivo? Muchas personas habían recibido un diagnóstico equivocado de cáncer o habían sido sometidas a tratamientos innecesarios. “Los datos demuestran un incremento en el número de tumores en etapas tempranas sin una disminución proporcional del cáncer en etapas tardías. No todos los cánceres evolucionan en metástasis o llevan a la muerte”, anotaron entonces los autores.
Justamente sobre ese tema volvió esta semana un equipo del Berlin’s Harding Center for Risk Literacy, del Instituto Max Planck de Alemania, que en su página web publicó varios recuadros con datos de pacientes que sufren de cáncer de seno, colon o próstata, con el propósito, como se dice allí, de “informar mejor al público sobre los daños y beneficios de los tratamientos médicos”.
“A menudo los profesionales de la salud se centran más en los aspectos positivos de la detección. Estamos ayudando a las personas a sopesar los pros y los contras”, dijo Michelle McDowell, líder del proyecto.
En el caso del cáncer de próstata, llama la atención que 160 de mil hombres de más de 50 años evaluados durante más de una década resultaron ser “falsos positivos” una vez el examen de sangre para antígeno prostático específico (PSA) les confirmó la presencia de un tumor. Para darse cuenta de ello tuvieron que someterse a una biopsia. De esos mil, 20 fueron tratados innecesariamente (ver infografía).
Algo similar sucedió con otros mil casos de mujeres a las que se les practicó el tamizaje. Después de la biopsia, los médicos se percataron de que las mamografías eran en realidad falsos positivos.
“¿Cuál es el beneficio de la mamografía y qué tan frecuentes son los daños potenciales?”, se preguntan los investigadores en la página del Harding Center. “A menudo no hay respuestas claras para esas dudas. Por eso es crucial tener información transparente para tomar decisiones informadas por cuenta propia”.
Fuente: El Espectador
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