Latinoamérica es una de las regiones con más incidencia de cáncer de próstata en el mundo, con un promedio de 75 casos por cada 100.000 hombres
Es mucho lo que se debe invertir en campañas de educación para convencer a los hombres de que es mejor superar el miedo a los exámenes
Cada hora se le diagnostica cáncer a un nuevo paciente en Costa Rica y, desde el 2009, el tumor de próstata constituye la primera causa de muerte entre la población masculina, por encima de los que se dan en estómago, pulmón y colon. La incidencia nacional es de 67,5 casos por cada 100.000 personas, más del doble que el promedio mundial.
Este hallazgo es parte del informe Globocan 2012 de la Agencia para la Investigación del Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cual llama la atención sobre el descenso en los casos de estómago y cuello de útero, y el incremento en los de mama, colon y próstata en nuestro país.
Desde 1995, los enfermos por cáncer aumentaron en 77%, y la mortalidad en 21%. En el 2010, el tumor de próstata produjo el fallecimiento de 373 personas, y, aunque no hay datos actualizados, se cree que esta tendencia sigue en aumento. Este tipo de mal es muy agresivo si no se detecta a tiempo y, justamente, el mayor problema en Costa Rica es la ausencia de una cultura de salud preventiva y la renuencia de la población masculina al diagnóstico temprano.
A pesar de que la enfermedad también está asociada a factores hormonales y hereditarios, al sobrepeso y al tabaquismo, la glándula prostática puede producir células cancerosas principalmente a partir de los 45 años. Al llegar a esa edad, es indispensable el control semestral por medio de la medición del antígeno prostático específico (APE), que debería ser un hábito cotidiano de previsión. Los grupos de riesgo, como los afrodescendientes o quienes hayan sufrido otros casos en su familia, deben hacerlo a los 40 años.
Sin embargo, la prueba sanguínea del APE no es suficiente y es necesario complementarla con el tacto rectal y la visita al urólogo. La resistencia de los hombres a este examen, que dura apenas unos segundos, es una mezcla de ignorancia suicida, miedo y masculinidad malentendida. Según los especialistas, es uno de los métodos más expeditos y confiables para la detección temprana del cáncer y su práctica puede ser promovida e institucionalizada como un medio seguro de prevención.
Los beneficios de vencer los temores y los tabúes machistas, en este y en otros ámbitos de la medicina, están a la vista. Como muchos tipos de cáncer, el de próstata parece ser inocuo al principio porque no muestra síntomas, no se manifiesta por medio del dolor o no afecta al paciente hasta que ya es demasiado tarde. En la mayoría de los casos se forma en la base de la próstata, lejos de la uretra, y cuando se dan las primeras señales es porque se encuentra en una etapa avanzada.
En un reportaje de La Nación , Gonzalo Azúa, especialista en cáncer de próstata de la Red Oncológica de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), explicó: “Una detección temprana hace que el cáncer pueda tratarse de forma curativa… Si la detección es tardía, normalmente solo puede ofrecerse tratamiento paliativo. Esto no quiere decir que la persona se vaya a morir pronto, pero sí que no puede hacerse mucho por curar la enfermedad y las terapias se enfoquen en reducir el dolor, mejorar la alimentación y las emociones”.
Según el informe Globocan , Latinoamérica es una de las regiones con más incidencia de cáncer de próstata en el mundo, con un promedio de 75 casos por cada 100.000 hombres. Esta cifra, si bien relativiza los datos nacionales, enfrenta a las autoridades de salud y de la CCSS ante un enorme esfuerzo institucional.
Como se ha repetido en numerosas ocasiones, es más barato prevenir que curar. En cuanto al cáncer de próstata, es mucho lo que se debe invertir en campañas de educación para convencer a los hombres de que es mejor superar el miedo que lamentarse de sus funestas consecuencias.
Fuente: La Nación