El virus de papiloma humano (VPH) es el responsable del 5,2% de los cánceres en el mundo; específicamente, es la causa de cáncer cervical, vulvar, vaginal, anal, de pene y de garganta, representado por 49.300 diagnósticos y 274.000 fallecimientos, cada año. El 85% de estas muertes ocurren en países en desarrollo. El cáncer cervical es la tercera causa de muerte en mujeres y el 83% afecta a la población más desprotegida del tercer mundo.
La infección con VPH es pre-requisito para que se produzcan lesiones de alta malignidad ya que provoca cambios degenerativos en la célula que termina en cáncer. La infección por VPH tarda unos 10 años en progresar hacia la malignidad y aunque parece mucho tiempo, el virus persiste y progresa hacia cáncer en el 5% al 10% de la infecciones. Por otro lado, existe un porcentaje apreciable de infectados que son asintomáticos, es decir que no saben que son portadores del virus, hecho que complica la situación.
Aunque hay más de 100 tipos de VPH identificados, solo unos pocos (13) son carcinogénicos. Los tipos de virus asociados con mayor frecuencia al cáncer cervical son el 16 y 18, siendo responsables del 63% y 16% (> 70%) de este tipo de cáncer, respectivamente. Se ha encontrado que en el 63% – 80% de los cánceres en el pene, el 80% – 86% de los vulvo-vaginales, el 93% de los anales y el 89% – 95% de los cáncer orofaríngeos se atribuyen a los tipos 16 y 18, por lo que las medidas de prevención están enfocadas a estos tipos de VPH. Un estudio reciente confirma la importancia de los tipos 16 y 18.
Entre los factores de riesgo están: la actividad sexual a edades muy tempranas, alto número de parejas sexuales, alteración del sistema inmunitario, contraceptivos orales utilizados durante mucho tiempo y causas hormonales.
Fundamentalmente, el tratamiento del cáncer por VPH incluye cirugía, radioterapia y quimioterapia, pero también se utilizan tratamientos que modifiquen la inmunidad y antivirales, sistémicos o tópicos, para evitar la replicación del virus, particularmente en células pre-cancerosas o en las verrugas.
Los procedimientos para el control y detección precoz del cáncer cervical han sido útiles en reducir la incidencia de cáncer cervical en países desarrollados, sin embargo, en países de bajos recursos no ha ocurrido lo mismo y tampoco se ha modificado la mortalidad. En consecuencia, las estrategias de prevención son cruciales para llegar a los más necesitados.
En este momento, existen dos vacunas disponibles para su uso: Cervarix® de GlaxoSmithKline (GSK) y Gardasil® de Merck. Estas vacunas utilizan la proteína L1 en forma de “virus como partículas” (VLPs, por sus siglas en inglés), que estimula la inmunidad neutralizante. Cervarix® es bivalente y contiene antígenos para los virus 16 y 18 y Gardasil® es cuadrivalente y contiene antígenos para los virus 6, 11, 16 y 18. Los tipos 6 y 11 causan el 90% de las verrugas genitales de menor riesgo, aunque hay estudios que indican que son de alto riesgo.
Ambas vacunas han demostrado ser seguras, bien toleradas y altamente eficaces en la prevención de la infección de los tipos contenidos en las vacunas, así como de las lesiones cancerosas, básicamente en mujeres y en pocos estudios en hombres.
Tres dosis de cualquiera de los tipos de vacunas se aplican a niñas, comenzando la primera entre los 9 y 13 años, la segunda se aplica al primer o segundo mes después de la primera y la tercera a los 6 meses. Asimismo, la vacuna ha comenzado a ser aplicada a varones, en algunos países.
En más de 100 países han sido registradas ambas vacunas, pero solamente han sido incorporadas en los programas nacionales de inmunización en 51 países, de los cuales, solo 6 son de ingresos bajos y medios, en donde la incidencia de VPH es mayor.
Los programas de inmunización contra el VPH presentan varios retos – esencialmente para los países de menores recursos – como los altos costos, baja cobertura, su aplicación a varones y dificultades para completar el esquema de vacunación con las tres dosis, problema que se ha presentado tanto en países desarrollados como en desarrollo.
Una de las estrategias para aumentar la cobertura sería reducir el número de dosis, lo que mejoraría la logística y los costos de la vacunación. En este sentido, existen estudios en niñas, con ambas vacunas, que muestran una respuesta inmunológica similar tanto con tres como dos dosis. A la par, existen estudios en mujeres de 18 a 24 años donde la inmunogenicidad de la vacuna bivalente fue similar para los dos esquemas de vacunación, dos y tres dosis.
De igual forma, la comparación de la eficacia de dos dosis con tres dosis de la vacuna bivalente ha sido evaluada. Un estudio en Costa Rica mostró una eficacia de 81% para tres dosis, 84% para dos dosis y 100% para una dosis. Otra investigación, también mostró la posibilidad de que una dosis podría ser suficiente. Por otra parte, recientemente, en los Estados Unidos, se demostró que el cáncer cervical disminuyó en 50% aunque la cobertura de la vacuna fue baja (32%).
Estos datos indican que el esquema de dos dosis podría ser una realidad en un futuro cercano, lo que contribuiría a disminuir los costos y la factibilidad de los programas de vacunación para controlar la infección por VPH y sus malignas secuelas.
Fuente: Mirador salud
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