La quimioterapia salva vidas a los enfermos de cáncer, pero para algunos pacientes el tratamiento tiene un efecto secundario: el daño cardiaco.
La detección de la cardiotoxicidad de los fármacos contra el cáncer ha sido un reto constante, ya que las células cardiacas no crecen de forma natural en una placa, lo que obliga a los investigadores a realizar estas pruebas críticas con tejido cardiaco de modelos de roedores.
Un nuevo estudio de investigadores de la Facultad de Medicina Veterinaria Cummings de la Universidad Tufts y del Centro Médico Tufts informa de que el tejido cardiaco obtenido a través de donaciones de órganos de perros que mueren por otras causas es una plataforma prometedora para probar la toxicidad de los fármacos contra el cáncer, ofreciendo a los científicos una nueva alternativa.
El programa de donación de órganos de la Facultad de Medicina Veterinaria Cummings funciona igual que los programas de donación de órganos en personas, en los que los dueños aceptan donar el corazón de su mascota cuando ésta muere por otras causas con el fin de apoyar la investigación en salud animal y humana.
El trabajo se ha publicado recientemente en la revista PLOS ONE.
"Aunque los fármacos contra el cáncer en el mercado humano pueden ser una herramienta poderosa para tratar la enfermedad, lo que no se suele tener en cuenta son los efectos tóxicos cardiovasculares a largo plazo, porque pasan años hasta que uno se da cuenta de que el corazón no funciona tan bien", afirma la autora principal, Vicky Yang, cardióloga y profesora asociada de la Facultad de Veterinaria Cummings.
"Con nuestra plataforma de cultivo celular, se pueden recrear muy rápidamente los efectos secundarios de los fármacos contra el cáncer y manipular las causas biológicas para que los tratamientos sean menos tóxicos".
Como prueba de concepto, el equipo de investigación expuso rodajas de corazón canino a la doxorrubicina, un fármaco quimioterápico utilizado en humanos y perros para suprimir una serie de tumores sólidos, pero que también es conocido por causar problemas cardíacos potencialmente mortales.
Yang y sus colegas observaron que las células cardiacas no se recuperaban de la lesión causada por el fármaco, un proceso denominado autofagia, validando los hallazgos de estudios con roedores.
Inesperadamente, las láminas de corazón canino se mantuvieron vivas durante más de una semana, durando más del doble que las células cardiacas tomadas de modelos de roedores y a menor coste.
Gracias a la similitud genética de los perros con los humanos, la plataforma permite realizar pruebas de detección de fármacos más rápidas, exhaustivas y clínicamente más relevantes que los modelos de ratón estándar.
"Aún no sabemos por qué nuestra plataforma funciona tan bien, pero quizá no estemos dando suficiente crédito al tejido cardiaco", afirma Yang.
"Quizá el tejido cardiaco sea más resistente de lo que pensamos".
Probar los efectos secundarios de los fármacos contra el cáncer exige una investigación costosa y laboriosa en modelos de roedores.
Los perros tienen más genes en común con los humanos y pueden experimentar los mismos efectos secundarios cardíacos que los pacientes humanos cuando reciben quimioterapia.
Por eso, las pruebas con cortes de corazón canino pueden proporcionar datos más rápidos, completos y clínicamente relevantes que los modelos con roedores.
Yang y sus colegas necesitaron más de dos años de pruebas y errores antes de poner a punto su plataforma.
El proyecto fue una colaboración entre la Facultad Cummings y el Centro Médico Tufts, que reunió a cardiólogos y oncólogos humanos, así como a especialistas veterinarios y científicos básicos que trabajaban con modelos de roedores.
Su objetivo común era encontrar la mejor manera de obtener datos sobre cardiotoxicidad en el laboratorio y aplicarlos a pacientes humanos.
Yang reconoce que una limitación para ampliar esta plataforma es el acceso a un hospital veterinario académico, como el Henry and Lois Foster Hospital for Small Animals, que cuenta con un programa de donación de órganos que proporciona a los investigadores tejido cardiaco.
La cardiooncología traslacional es un campo emergente, y los investigadores están deseosos de colaborar con otros clínicos para probar una gama más amplia de fármacos contra el cáncer.
Fuente: Universidad de Tufts