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La alimentación y el cáncer: lo bueno y lo peligroso

7 Feb 2018
La alimentación y el cáncer: lo bueno y lo peligroso

Los mitos y errores en las dietas aumentan la desnutrición de estos pacientes.

“No existen alimentos milagrosos que curen el cáncer, y muchas recomendaciones sin fundamento empeoran la situación de los pacientes”, dice la nutricionista y académica Patricia Savino Lloreda para desvirtuar los mitos en torno a las dietas que reciben algunos enfermos y, en la mayoría de los casos, los llevan a la desnutrición.
Savino, con formación en la Universidad de Harvard y reconocida como una de las nutricionistas clínicas más influyentes en la región, es fundadora de la Asociación Colombiana de Nutrición Clínica y miembro de la Academia Nacional de Medicina. Habló con EL TIEMPO bajo la premisa de que los pacientes con cáncer “no tienen por qué morirse de hambre, y menos por influencia de la mala información”.

¿Todos los pacientes con cáncer presentan malnutrición?

Lamentablemente, sí. Y eso tiene varias causas: la primera son las alteraciones del metabolismo, que hacen que los nutrientes se desvíen hacia funciones menos eficientes; también se producen sustancias que disminuyen el apetito; de igual forma, los tratamientos generan efectos secundarios en muchos sistemas, incluido el digestivo, que impiden la absorción eficiente de los nutrientes. Y lo que es peor es que, sin soporte científico, se recomiendan dietas equivocadas, peligrosas y costosas bajo el concepto erróneo de que “nutrir a la persona es nutrir al tumor”.

¿Y esa desnutrición que acarrea?

Es lógico que la desnutrición relacionada con el cáncer empeora cualquier pronóstico, lo que hace que estos pacientes se encuentren en riesgo. Globalmente, la desnutrición puede estar presente hasta en 8 de cada 10 enfermos, siendo más común en cánceres de las vías digestivas y de cabeza y cuello. Algo que se evidencia en la pérdida de peso, que pasa del diez por ciento, debe encender las alarmas en los equipos de tratamiento.

Entonces, ¿si alguien con obesidad y sobrepeso tiene cáncer, tiene menos riesgo de desnutrirse?

Jamás. El sobrepeso y la obesidad se acompañan de pérdida de masa muscular y así el riesgo de malnutrición es mayor; además, porque en estas personas eso pasa desapercibido. Mejor dicho, la creencia popular de que si se tiene exceso de peso se está bien nutrido y es saludable bajar unos kilitos, es completamente falsa y peligrosa.

¿Qué opina de las dietas restrictivas que se recomiendan para el cáncer y que están de moda?

Que no tienen ningún soporten científico y que lo que hacen es empeorar el mal. Hay que saber que la fuente de energía para el tumor son los carbohidratos simples, y son lo único que hay que limitar. Es absurdo que se recomienden suplementos nutricionales en forma de batidos o de bebidas con altos contenidos de azúcar, monosacáridos y disacáridos, como sacarosa, lactosa, fructosa y sólidos de jarabe de maíz. Se ha comprobado que ellos son responsables de muchos casos de intolerancia gastrointestinal, con el agravante de que forman parte de productos muy comunes y costosos que se formulan sin ningún rigor.

Pero, esos suplementos son los que se formulan a granel...

Ese es un grave error que se debe corregir. Claro que puede producir intolerancia, pero se puede cambiar por leche deslactosada, que tiene proteínas de alta calidad, y jamás cambiarla por la leche de almendras o de soya, que son nutricionalmente pobres y costosas.

En ese sentido, ¿cuál es el principal nutriente para las personas con cáncer?

La proteína animal, porque es metabólicamente activa y la base para la formación de todas la estructuras del organismo. Las proteínas son como los ladrillos, que le dan solidez a una construcción; por lo tanto, si la calidad de la proteína es buena (proteína animal), la estructura es mejor.

Y aquí hay que decir que estás proteínas son mejores que las que vienen de los vegetales, en razón a que el organismo aprovecha de estas últimas solo la tercera parte de los beneficios que otorgan las de origen animal; de ahí que es un error suspenderlas o sustituirlas.

¿Y la intolerancia a la lactosa?

Se debe al carbohidrato de la leche (lactosa) y no a la proteína; los derivados de la leche, como el queso, tienen mucho menos contenido de lactosa y se toleran mejor. También se recomienda usar leche deslactosada, que conserva las proteínas de alta calidad, y no cambiarla por leche de almendras o de soya, que son nutricionalmente pobres y costosas.

Hay que saber que el huevo, en cualquier preparación (no crudo), también es un aporte excelente y económico de proteínas para la dieta. De igual forma, en casos de rechazo a las carnes rojas, se pueden sustituir por pollo o preferiblemente pescado.

¿Y las grasas?

También son necesarias, pero las grasas buenas. Se puede insistir en el consumo de ácidos grasos omega 3 porque son antiinflamatorios y, además, ayudan a evitar la pérdida de masa muscular. Estos se encuentran en pescados como el salmón, atún blanco, arenque, sardinas y no en la tilapia, como muchos creen.

¿Y si, no obstante todo eso, no se cubren las necesidades diarias de proteínas?

En esos casos se hace necesario complementar con módulos de proteína de alto valor biológico (origen animal), que deben ser formulados por un experto en nutrición clínica.

Sin embargo, para que los pacientes consuman la totalidad de las calorías requeridas, incluyendo vitaminas y minerales, deben saber que las frutas y las verduras no pueden faltar.

Si el objetivo es la calidad de vida de estas personas, ¿cuáles son las recomendaciones en este sentido?

Una alimentación balanceada, fraccionada en pequeñas porciones al día, puede mejorar la ingesta requerida. Es necesario consultar a un profesional en nutrición clínica especializado en el manejo de la enfermedad, para personalizar la dieta de acuerdo con los gustos del paciente, la tolerancia a los diferentes alimentos y para manejar la sintomatología. La persona debe comer cuando tenga hambre, y esto sucede más en las horas de la mañana. La dieta se debe ajustar a las preferencias individuales, donde la prohibición o exclusión de alimentos se debe evitar.

¿Qué tiene que ver el ejercicio con la dieta en estos enfermos?

Mucho. Ellos no deben quedarse quietos, por más débiles que estén. Una caminata suave o varias al día por periodos cortos de tiempo ayudan a restablecer la masa celular activa, que es el músculo. Y también, a las mismas proteínas viscerales. El reposo contribuye a la pérdida de peso, disminuye la calidad de vida y aumenta la inflamación.

Por último, ¿qué les dice a estos pacientes y a sus familias frente a toda la información que reciben a diario?

Que no existen alimentos milagrosos que curan el cáncer. Que entiendan que la sangre de chulo, los zumos o jugos y las dietas excluyentes que eliminan proteínas empeoran el estado nutricional y hacen que el paciente tolere menos la quimioterapia y la radioterapia. Una alimentación balanceada y personalizada definitivamente pueden mejorar la calidad de vida.

¿Algo más?

Sí, que es hora de entender que los enfermos de cáncer no pueden seguir muriéndose de hambre.

CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
ASESOR MÉDICO DE EL TIEMPO

EL TIEMPO